Una cuarentena de “solitariedad” compartida;
enclaustramiento de visillos corridos
y murmullos de barrio entablando lazos
como vacuna a esta epidemia rencorosa.
Salir de dentro hacia fuera
sin movernos de casa
añorando el contacto a escasos metros
y, a la vez, saltando las distancias
a través de la esperanza
con su contagioso ingenio
vuelto ternura y sonrisa.
A un metro de distancia
el tacto aún se nota
y los abrazos se atesoran
acercándose con la brisa
de la solidaridad asomada
a los balcones
como si nada pasara
y todo ocurriera
en cada conversación
y mirada cuidadosa.
Quedamos entre las flores
de las balconadas
para seguir deletreando canciones.
(Toño Mtnez)
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